Honra a
Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos.
Proverbios
3:9
Marta era
muy aficionada a las flores y las plantas. Al ver el interés de ella, su padre
le había concedido un pedazo de terreno en el jardín de su casa para que ella
lo cultivase. Su hermano Pepe de vez en cuando la ayudaba a sacar las malas
hierbas. ¡Con qué ansias esperaba la cosecha de las verduras y las frutas que
había sembrado!
FRESAS
MADURAS
Un día
Pepe vino corriendo en busca de Marta. En las manos llevaba algunas fresas
maduras. Quería pedir permiso a su hermana para comérselas. ¡Se le hacía agua
la boca al mirar las hermosas frutitas rojas!
¡Marta,
Marta! He recogido las primeras fresas maduras. ¡Vamos a probarlas!
Pepe
estaba por metérselas en la boca cuando
Marta lo
detuvo. Con toda seriedad dijo: No podemos comer esas fresas, Pepe. Es el primer
fruto maduro de nuestras plantitas.
–Y ¿qué?
Con mayor motivo podemos disfrutar de ellas. Yo me las como.
–No, no.
Son las primeras fresas, y...
–Y... las
fresas deben estar bien ricas –dijo Pepe, dando vueltas con la lengua por los
labios.
LA
PRIMERA COSECHA
Tú sabes
lo que hacen mamá y papá con los frutos de la primera cosecha. Siempre los dan
para el Señor.
Yo quiero
dar al Señor mis primeras fresas.
– ¡Ah! –Exclamó
Pepe–. ¿Cómo podrás darle al Señor las primeras fresas? Y aunque pudieras, ¿las
aceptaría Él?
Marta
guardó silencio por unos momentos y luego contestó:
–Ya sé lo
que voy a hacer. Jesús dijo que si hacemos algo a uno de sus hermanos pequeños
se lo hacemos a Él. Llevaré las fresas a nuestros vecinos.
Alejandro
está muy enfermo. Además ellos son muy pobres y nunca pueden comprar fresas.
Pepe se
quedó con las ganas de comer las ricas frutitas. Él no podía comprender la
importancia de dar la primicia, el primer fruto, al Señor; pero tuvo que ceder
ante la decisión de Marta porque el terreno y las plantas eran de ella.
FRESAS
PARA EL VECINO
De mala
gana Pepe puso en una fuente las fresas que había recogido y fue con Marta a
buscar más fresas maduras. Juntos fueron a la casa del vecino para ofrecer las
fresas a Alejandro, su hijo enfermo.
¡Qué
feliz se puso Alejandro al ver las fresas! Recibió la fuente de fresas con una
gran sonrisa.
Marta y
Pepe volvieron felices a casa. Otro día ellos comerían fresas. Ahora tenían la
alegría de haber compartido el primer fruto de la huerta con un niño enfermo y
necesitado. Lo mejor de todo era que sentían en su corazón que el Señor había
aceptado la ofrenda.
Días
después Marta aprendió un versículo de la
Biblia
que habla de las primicias. Apréndelo tú también.
TU
PRIMICIA
No todos
tenemos un jardín o un huerto de donde ofrecer primicias al Señor. Pero todos
alguna vez recibimos dinero como regalo o como pago por un trabajo. Antes de
pensar en cómo gastarlo, demos una parte al Señor.
¿Darás tu
primicia?
A
TRABAJAR CON LAS MANOS
muy educativa la enseñana, gracias
ResponderBorrarLindoooo
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