LA PRIMICIA (Miércoles 1 de Noviembre)




Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos.
Proverbios 3:9


Marta era muy aficionada a las flores y las plantas. Al ver el interés de ella, su padre le había concedido un pedazo de terreno en el jardín de su casa para que ella lo cultivase. Su hermano Pepe de vez en cuando la ayudaba a sacar las malas hierbas. ¡Con qué ansias esperaba la cosecha de las verduras y las frutas que había sembrado!
FRESAS MADURAS
Un día Pepe vino corriendo en busca de Marta. En las manos llevaba algunas fresas maduras. Quería pedir permiso a su hermana para comérselas. ¡Se le hacía agua la boca al mirar las hermosas frutitas rojas!
¡Marta, Marta! He recogido las primeras fresas maduras. ¡Vamos a probarlas!
Pepe estaba por metérselas en la boca cuando
Marta lo detuvo. Con toda seriedad dijo: No podemos comer esas fresas, Pepe. Es el primer fruto maduro de nuestras plantitas.
–Y ¿qué? Con mayor motivo podemos disfrutar de ellas. Yo me las como.
–No, no. Son las primeras fresas, y...
–Y... las fresas deben estar bien ricas –dijo Pepe, dando vueltas con la lengua por los labios.
LA PRIMERA COSECHA
Tú sabes lo que hacen mamá y papá con los frutos de la primera cosecha. Siempre los dan para el Señor.
Yo quiero dar al Señor mis primeras fresas.
– ¡Ah! –Exclamó Pepe–. ¿Cómo podrás darle al Señor las primeras fresas? Y aunque pudieras, ¿las aceptaría Él?
Marta guardó silencio por unos momentos y luego contestó:
–Ya sé lo que voy a hacer. Jesús dijo que si hacemos algo a uno de sus hermanos pequeños se lo hacemos a Él. Llevaré las fresas a nuestros vecinos.
Alejandro está muy enfermo. Además ellos son muy pobres y nunca pueden comprar fresas.

Pepe se quedó con las ganas de comer las ricas frutitas. Él no podía comprender la importancia de dar la primicia, el primer fruto, al Señor; pero tuvo que ceder ante la decisión de Marta porque el terreno y las plantas eran de ella.
FRESAS PARA EL VECINO
De mala gana Pepe puso en una fuente las fresas que había recogido y fue con Marta a buscar más fresas maduras. Juntos fueron a la casa del vecino para ofrecer las fresas a Alejandro, su hijo enfermo.
¡Qué feliz se puso Alejandro al ver las fresas! Recibió la fuente de fresas con una gran sonrisa.
Marta y Pepe volvieron felices a casa. Otro día ellos comerían fresas. Ahora tenían la alegría de haber compartido el primer fruto de la huerta con un niño enfermo y necesitado. Lo mejor de todo era que sentían en su corazón que el Señor había aceptado la ofrenda.
Días después Marta aprendió un versículo de la
Biblia que habla de las primicias. Apréndelo tú también.
TU PRIMICIA
No todos tenemos un jardín o un huerto de donde ofrecer primicias al Señor. Pero todos alguna vez recibimos dinero como regalo o como pago por un trabajo. Antes de pensar en cómo gastarlo, demos una parte al Señor.
¿Darás tu primicia?
A TRABAJAR CON LAS MANOS


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