CINCO LECCIONES SOBRE EL TRABAJO EN EQUIPO (devocional mes de enero 2020)





Todos los días somos parte de algún equipo, sea en la familia, el lugar de trabajo, la iglesia, o el centro de estudios. Por eso, la pregunta no es acerca de si deseamos participar. Es si nuestra contribución con otros será productiva y enriquecedora.
Es un hecho también que los proyectos más exitosos son aquellos cuyos miembros aprenden juntos a hacer las cosas cada vez mejor.  En la Biblia, Nehemías y su equipo líder reconstruyendo los muros en Jerusalén y los equipos de Pablo promoviendo una visión global de la evangelización demuestran que los equipos no son simplemente una tendencia actual, sino una realidad de la vida. En suma, el trabajo en equipo es un imperativo para alcanzar la efectividad. A continuación, cinco lecciones valiosas que surgen al considerar el cómo hacer trabajo en equipo.
El desarrollo de un equipo es un proceso
Esto quiere decir que convertir un grupo en un equipo efectivo toma tiempo. Un grupo es un conjunto de personas que comparten algo en común. Lo que comparten podría ser tan insignificante como el deseo de abordar el siguiente bus que llegue a la estación.
Por otro lado, un equipo es “un pequeño número de personas que poseen habilidades complementarias y están comprometidas con un propósito común, metas de desempeño compartidas, y un enfoque común por el cual se rinden cuentas mutuamente”. Evidentemente, el desarrollo de tal compromiso no se logra en un día.
Un proceso consiste en una serie de actividades rutinarias establecida para producir resultados familiares. En el contexto ministerial eso es precisamente trabajo en equipo, una reorientación fundamental estratégica, una mentalidad de interdependencia, una manera colectiva de resolver problemas. Crear tal cultura es un proceso a largo plazo. No va a suceder entre hoy y mañana.
En un equipo el servicio es más importante que la posición
¿Adversarios o socios? Este es el dilema real del trabajo en equipo. Muchas personas dentro de los equipos manejan sus relaciones desde la perspectiva de que solamente algunos miembros son los “ganadores”, los otros son los “perdedores”. Así, es comprensible el clima de coerción o confrontación en muchas iglesias y organizaciones cristianas donde unos quieren imponerse a otros.
La buena noticia es que el servicio puede convertir el trabajo en equipo en una dinámica ganar-ganar donde la colaboración y la co-pertenencia conducen a que “todos nos sintamos totalmente responsables”. Por supuesto, al honrar este principio los resultados son totalmente diferentes. En las palabras de Jesús “el más importante entre ustedes será siervo de los demás” (Mateo 23:11).
Los grandes equipos usan el liderazgo compartido
La esencia del trabajo en equipo es creer y vivir la convicción de que ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos. Claro, esta es una disposición a aceptar con humildad y celebrar genuinamente la diversidad dentro de los equipos, incluyendo edades, géneros, culturas, talentos y experiencias.
Las iglesias del Nuevo Testamento, muy diversas social, cultural y geográficamente, son excelentes modelos de esta lección. La evidencia consistente es que cada iglesia local tenía varios ancianos-obispos (Tito 1:5 y 7; presbuteros, ancianos; episkopos, obispo). El liderazgo compartido, o pluralidad de líderes pastorales era la norma. Es decir, existía un liderazgo múltiple y compartido (Hechos 11:30; 14:23; 15:2, 4, 22,-23; 16:4; 20:17, 28; 21:18; Filipenses 1:1; 1 Timoteo 5:17; Tito 1:5; Santiago 5:14; 1 Pedro 5:1-2).
El trabajo en equipo es un medio, no un fin en sí mismo
El propósito de trabajar en equipo es producir un resultado excepcional, superior al logro individual. Una visión clara, común y desafiante es la piedra angular de un equipo de alto desempeño. Tal visión levanta la pregunta: “¿Por qué estamos trabajando juntos?”
Por definición debe haber unidad de propósito. De otro modo, los miembros del equipo irán en diferentes direcciones. Al contrario, el trabajo en equipo es sinérgico (gr. synergos, “trabajar juntos”); logra que dos o más personas generen un mayor valor al trabajar conjuntamente del que generarían si trabajaran por separado. La verdad antigua dice “Más valen dos que uno solo” (Eclesiastés 4:9)
Usar el conflicto de modo constructivo
Los equipos obstaculizados por los conflictos carecen de objetivos comunes. Sus miembros se perciben a sí mismos como en competencia con los demás y, lo que resulta sorprendente, tienden a tomar las decisiones de manera negativa, como reacciones ante una amenaza.
Los conflictos interpersonales en un equipo son como la fricción en una máquina. Por otro lado, las relaciones sólidas son el lubricante entre quienes lo integran. La solidez implica que la relación puede resistir los choques de los malentendidos ocasionales, los conflictos y los días malos.


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