Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a
él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a
predicar. Marcos 3:13,14.
Jesús pasó toda la noche en oración en una montaña cerca del mar de
Galilea. Algo especial iba a suceder, y quería estar solo con su Padre.
Proyectaba organizar su iglesia ordenando a sus discípulos para el ministerio.
Así como los doce patriarcas se levantaron como representantes del
antiguo Israel, de la misma manera Jesús eligió a doce apóstoles para que se
erigieran como representantes de su iglesia. De estos, Santiago y Juan, Andrés
y Simón Pedro, Felipe, Natanael y Mateo habían estado más íntimamente
relacionados con Jesús, y habían visto un mayor número de sus milagros.
“Pedro, Santiago y Juan tenían una relación más estrecha con él. Estaban
casi constantemente con él, presenciando sus milagros y oyendo sus palabras.
Juan había penetrado en una intimidad aun mayor con Jesús, de tal manera que se
le distingue como aquel a quien Jesús amaba” . Por supuesto, Jesús los amaba a
todos, pero Juan, que era el más joven, respondió con todo su corazón al amor
del Salvador.
Jesús toma a las personas tales y como son, y si están dispuestas a
cooperar con su Espíritu, los convertirá y los hará semejantes a él.
Entendía el carácter de cada uno de sus discípulos, y sabía que por
medio de la oración y la preparación podrían estar listos para el servicio. A
la vez que Juan era amoroso por naturaleza, él y su hermano Santiago tenían un
temperamento tan irascible que se los llamaba “hijos del trueno” (Marcos 3:17).
Pedro era un pescador grande y generoso, pero era tan temperamental que nadie
podía saber qué podría decir o hacer. Felipe era sincero, pero tardo de
corazón. Tomás también era sincero, pero terriblemente incrédulo. Simón el
“zelote” tenía una idea fija en la cabeza: odiaba a los romanos. El resto:
Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo (o Judas) y Judas Iscariote constituían los doce
apóstoles.
“Cuando Jesús hubo dado su instrucción a los discípulos, congregó al
pequeño grupo en derredor suyo, y arrodillándose en medio de ellos y poniendo
sus manos sobre sus cabezas, ofreció una oración para dedicarlos a su obra
sagrada. Así fueron ordenados al ministerio evangélico los discípulos del Señor”.
A TRABAJAR CON LAS MANOS:
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