Cuento
Había una vez un niño al que lo que más le gustaba en el
mundo era ganar. Le gustaba ganar a lo que fuera: al fútbol, a los cromos, a la
consola... a todo. Y como no soportaba perder,se había convertido en un
experto con todo tipo de trampas. Así, era capaz de hacer trampas
prácticamente en cualquier cosa que jugase sin que se notara, e incluso en los
juegos de la consola y jugando solo, se sabía todo tipo de trucos para ganar
con total seguridad.
Así que ganaba a tantas cosas que todos le consideraban
un campeón. Eso sí, casi nadie quería jugar con él por la gran diferencia
que les sacaba, excepto un pobre niño un poco más pequeño que él, con el que
disfrutaba a lo grande dejándole siempre en ridículo.
Pero llegó un momento en que el niño se aburría, y
necesitaba más, así que decidió apuntarse al campeonato nacional de
juegos de consola, donde encontraría rivales de su talla. Y allí fue
dispuesto a demostrar a todos sus habilidades, pero cuando quiso empezar a
utilizar todos esos trucos que sabía de mil juegos, resultó que ninguno de
ellos funcionaba. ¡Los jueces habían impedido cualquier tipo de trampa!
Entonces sintió una vergüenza enorme: él era bueno jugando, pero sin sus trucos, fue incapaz de ganar a ninguno de los concursantes. Allí se quedó una vez eliminado, triste y pensativo, hasta que todo terminó y oyó el nombre del campeón: ¡era el niño pequeño a quien siempre ganaba!
Entonces se dio cuenta de que aquel niño había sido mucho más listo: nunca le había importado perder y que le diera grandes palizas, porque lo que realmente hacía era aprender de cada una de aquellas derrotas, y a base de tanto aprender, se había convertido en un verdadero maestro.
Entonces sintió una vergüenza enorme: él era bueno jugando, pero sin sus trucos, fue incapaz de ganar a ninguno de los concursantes. Allí se quedó una vez eliminado, triste y pensativo, hasta que todo terminó y oyó el nombre del campeón: ¡era el niño pequeño a quien siempre ganaba!
Entonces se dio cuenta de que aquel niño había sido mucho más listo: nunca le había importado perder y que le diera grandes palizas, porque lo que realmente hacía era aprender de cada una de aquellas derrotas, y a base de tanto aprender, se había convertido en un verdadero maestro.
Y a partir de entonces, aquel niño dejó de querer ganar
siempre, y pensó que ya no le importaría perder algunas veces para
poder aprender, y así ganar sólo en los momentos verdaderamente
importantes.
Manualidad
Listón
Papel de distintos colores
Ganchitos de ropa
Pasos:
Cortar círculos más o menos
grandes del foami blanco. Cortar círculos más pequeños de otros colores.
Colocar “# 1” en el centro del circulo y abajo poner Proverbios 10:23. Del
listón, cortar 2 pedazos para cada medalla y ponerle un ganchito para poder
sujetarlo en la camisa de los niños.
Pueden decorar la medalla
según sea la creatividad del niño
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