Al
principio todo estaba oscuro y el color que había era el NEGRO.
Para que
el Negro desapareciera, Dios decidió crear el Universo.
Lo
primero que surgió fue la luz.
Mucha luz
para tapar aquel Negro tan triste.
La luz,
la hizo BLANCA y resplandeciente para que fuera iluminando todos los
seres que vinieran a continuación.
Luego creó
el Cielo, tan enorme que no se le
alcanzaba a ver el fin.
Decidió
pintarlo de un hermoso color.
Y creó el
AZUL.
El color azul mezclado con el blanco de la luz cambiaba en
cada momento.
Así
resultaron el azul claro, el azul oscuro y muchísimos más tonos de azul, todos tan bellos.
Después
Dios creó el Sol.
¿De qué
color hizo el Sol?
De
color AMARILLO para que reluciera en
los amaneceres y cegara los ojos de los osados que quisieran mirarle a la cara.
Luego
decidió crear la Tierra.
Y, como
apenas tiene importancia entre todos los astros del Universo, le dio un color
pardusco e intrascendente.
Al cabo
de un tiempo comenzaron a salir en la Tierra unas hierbecitas que no
tenían color.
Eso no le
pareció importarle demasiado al Creador y dejó el pintarlas para otro día.
Entonces
el Cielo y el Sol se dieron cuenta de lo descolorida que estaba la Hierba
y decidieron ayudar a Dios en la enorme tarea de buscar colores para todo lo
que iba creando.
El Cielo pensó que como su color era tan bonito,
debía a enviar a la Tierra chorretones de azul.
También
el Sol opinó lo mismo y preparó unos
rayos amarillos para que la Hierba se pusiera en su bando de colores.
Dios los
veía actuar y se sonreía.
Porque
Dios lo sabe todo.
Y sabía
que cuando se mezclaran el amarillo del
Sol y el azul
del Cielo, surgiría el color VERDE, que era lo que él pretendía.
El Sol y el Cielo
se quedaron un poco perplejos al ver el color VERDE
distinto a ellos y, sin embargo, con algo de cada uno.
Descubrieron
que Dios no necesitaba ayudantes.
Cuando
Dios hizo a los animales, quiso buscar el más bello de todos los colores para
pintar con él la sangre que circula por
sus venas.
La sangre es el agua de la vida y tenía que ser muy
diferente a los otros colores.
La Hierba, que no sabía que el Sol y el Cielo
habían aprendido la lección de que Dios se las bastaba solo para crear el
Universo, discurrió que lo más bonito sería que la sangre
fuera verde también.
Así que
les mandó a todos los animales mucho color verde
para que su sangre se pareciera a ella.
Dios se
sonreía pensando que la Hierba no
entendía de pinturas, lo mismo que el Cielo
y el Sol.
Decidió
darle una sorpresa.
Agarró
Dios todo el verde que la Hierba había enviado… le dio la vuelta con su
divina mano…
Y… ¿A que
no sabes qué color había detrás del verde?
¡El
ROJO!
La Sangre se convirtió en
roja para siempre.
Y la Hierba lloró
lágrimas de rocío.
Pero se
quedó maravillada cuando Dios, para consolarla, le colocó en medio las amapolas.
Ya no
hubo más colores.
Todos,
absolutamente TODOS, los colores los consigue Dios combinando el AZUL, el AMARILLO
y el ROJO.
Como
había conseguido el VERDE, que es
hijo del Amarillo y el Azul.
Y
colorín colorado
amarillín amarillado
azulín azulado
Este
cuento sí que se ha acabado.
A
TRABAJAR CON LAS MANOS
Proporcionar
a cada niño una página de papel bond y pintura de dedo con los colores
primarios para que ellos mezclen y comprueben el cambio de los colores.
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