“Pero el que recibió la semilla que
cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende” (Mateo 13:23)
¿Has sembrado algo alguna vez? Quizás agarraste algunos paquetes de
semillas y las sembraste en un jardín de vegetales. De ser así, sabrás que el
tipo de tierra que tengas es muy importante para el éxito del jardín. Si la
tierra es muy dura, o rocosa y con espinos, probablemente no tendrás una buena cosecha
de vegetales.
En el devocional de hoy veremos que Jesús contó una historia acerca de
un hombre que salió y sembró algunas semillas. Algunas cayeron junto al camino,
donde la tierra era muy dura. La semilla se quedó en la superficie de la tierra
y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte de la semilla cayó en
terreno pedregoso. La semilla brotó pronto pero cuando salió el sol, las
plantas se marchitaron y se secaron. porque no tenían buenas raíces. Algunas
semillas cayeron entre espinos que, al crecer, la ahogaron. Afortunadamente las
otras semillas cayeron en buen terreno y las plantas crecieron fuertes,
saludables y produjeron una buena cosecha.
En la historia de Jesús, la Palabra de Dios es la semilla, y nosotros
somos el terreno. En muchas ocasiones no somos buena tierra y por eso no damos
el fruto que Dios espera de nosotros.
Cuando oímos la Palabra y tratamos de entender lo que dice y la ponemos
en práctica en nuestra vida, entonces somos como el buen terreno. Somos la
buena tierra en la cual la semilla echa raíces y crece y produce una buena
cosecha. Esa es la clase de terreno que Jesús desea que seamos. ¿Qué clase de
terreno eres?
ORACION:
Amado Jesús ayúdame a ser buena tierra, a poner en práctica tu Palabra cada día, ayúdame a que pueda ser hacedor de tus enseñanzas y no sea una tierra dura, seca o rocosa que no produce fruto porque lo que deseo es agradarte y hacer tu voluntad. En el nombre de Jesús. Amén.
A TRABAJAR CON LAS MANOS
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