Doña
Victoria era viuda. Su esposo había muerto y ella había quedado sola con la
responsabilidad de criar a diez hijos. La pobre mujer sufría mucho y trabajaba
casi día y noche para que no faltara el pan en la mesa. Cada mañana se
levantaba temprano e iba a la capilla del pueblo donde vivía. Allí prendía
velas y adoraba a su «santito». Pero nunca sentía paz. Salía llorando al frío de
la mañana. «San Martín» (o algún santo conocido en el lugar) se veía muy
bonito, pero era solamente una figura; una imagen. = Tenía boca, pero no hablaba
=
Tenía ojos, pero no veía =
Tenía orejas, pero no oía =
Tenía nariz, pero no olía =
Tenía manos, pero no palpaba =
Tenía pies, pero no caminaba (Compare con el Salmo 115.) Un feliz día doña
Victoria oyó hablar de Jesús. Lo recibió como su Señor y Salvador, y desde ese
día las cosas cambiaron. Ya no tenía que prender velitas a una figura, sino que
podía hablar todos los días con Jesús, el Dios vivo y verdadero. Los hijos de
doña Victoria fueron a la escuela dominical y aprendieron las mismas hermosas
historias que tú escuchas cada semana. ¡Qué bueno es saber que nuestro Dios no
está muerto! Él vive, y escucha las oraciones de sus hijos.
ACTIVIDADES:
-haga
con los niños un muñeco de arcilla o plastilina. Pónganle ojos, boca, orejas,
manos, pies. Mientras realizan la actividad pregúnteles si ese muñeco puede
ver, hablar, oír, caminar. ¿Podría responder oraciones? No, porque no tiene
vida.
-
Escriba en una cartulina: Adoremos al Señor. Colóquela en la pared, a un nivel
apropiado para los niños. Cada uno puede dibujar o escribir allí una manera de
adorar al Señor
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