Salmo 1:3 Será como árbol plantado junto a corrientes de
aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace
prosperará
Había una vez dos semillas que vivían entre muchas otras
semillas (ilustre con alguna semilla que tenga a su disposición).
Una de ellas era muy orgullosa y pensaba que era la semilla
más hermosa del mundo. La otra semilla era humilde y obediente.
Un día el dueño de las semillas decidió sembrarlas.
–Yo no quiero que me metan en la negra y sucia tierra
–protestó la semilla orgullosa–. Se va a ensuciar mi lindo vestido.
–A mí me han dicho que nos vamos a volver unas lindas
plantas si nos siembran –dijo la semillita humilde.
–Yo estoy bien así –dijo la otra semilla.
Tan desobediente y orgullosa era esa semilla, que se fue
rodando para otro lado, lejos de la tierra y del sembrador. Nunca llegó a ser
nada más que una semilla.
La otra semilla, muy obediente dejó que la sembraran. Los
primeros días sintió frío en la tierra oscura, pero se fue acostumbrando al
frío y a la oscuridad.
Más tarde, el sol calentó la tierra y la lluvia la mojó con
sus suaves gotas hasta que la semilla empezó a crecer. Después de algunas semanas
era una pequeña planta. Siguió creciendo hasta que le brotaron flores y fruto.
La semilla orgullosa se murió por ser desobediente, pero la otra
semilla llevó mucho fruto.
¿Recuerdan lo que les dije de la semilla orgullosa? No
quería que la sembraran en la tierra y por eso se murió sin servir para nada.
¿Qué pasó con la otra semilla? Llegó a ser una linda
planta.
Cada uno de ustedes es como una semilla. Si no entregan su
corazón al Señor se parecen a la semilla orgullosa. Ella quería hacer todo a su
manera.
Si entregan su vida a Jesús serán como la semilla que
creció y llevó mucho fruto.
¿Quieres que tu vida sea como un hermoso árbol lleno de ricos
frutos? ¡Entrégate hoy mismo al Señor Jesús!
A TRABAJAR CON LAS MANOS
Pueden unir los puntos y rellenar la flor con semillas de arroz,
frijol, maicillo, etc.
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