El Espíritu de Dios que habita en
nuestro ser hace tres cosas maravillosas para cada uno de nosotros:
(1) Nos pone un sello.
Escucha: “…fuisteis sellados con el Espíritu Santo…” (Efesios
1:13b). Para proteger una carta, sellas el sobre. Para mantener el aire
fuera de un tarro, lo sellas con una tapa que tiene un anillo de goma. Para
cerrar cualquier gestión, firmas un contrato. Un sello afirma la importancia,
el valor y la pertenencia. ¿Estás captando la idea?
(2) Nos protege.
Pedro dijo que somos: “…guardados por el poder de Dios…” (1 Pedro 1:5).¿Tienes idea de cuántas veces el Señor se ha puesto
entre ti y el enemigo, protegiéndote de ser dañado? Muy
dentro de cada uno de nosotros, el Espíritu de Dios susurra: ‘Eres mío, y lo
que poseo, lo protejo y lo cuido’.
(3) Asegura que nuestras oraciones son oídas.
Escucha: “…el
Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene,
no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles. Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del
Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”
(Romanos 8:26-27).
Observa: “…el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad…” (versículo 26). Cuerpos enclenques, voluntades de
poca fuerza, fe débil… ¡Qué
bueno es saber que la situación no depende sólo de nosotros! “…el Espíritu
mismo intercede por nosotros…” (Versículo 26b). Ninguno de nosotros
ora tanto como debiera, pero todos lo hacemos más que lo que pensamos, porque
el Espíritu Santo convierte nuestros mismos suspiros en peticiones y se asegura
de que somos oídos. ¡Sellado!
¡Protegido! ¡Oído! Vivir lleno del Espíritu; ¡rehúsa conformarte con menos!
A TRABAJAR CON LAS MANOS:
Hacer diferentes sellos caseros relacionados al tema y que ellos sellen sus
trabajos de acuerdo a su creatividad.
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