Había una vez un hombre que tenía la fama de ser el
más cristiano de su pueblo, puesto que se pasaba el día leyendo la Biblia y
orando. Un día se atrevió a preguntarle a Dios si, efectivamente, era él el más
cristiano de ese pueblo, como la gente decía. Y Dios le respondió que no; que
había un hombre que era más cristiano que él, y le indicó quién era y dónde
vivía.
Nuestro buen hombre, movido por la curiosidad, se
dirigió hasta el lugar que Dios le había indicado, una cabaña en las afueras
del pueblo, y decidió observar de lejos a este gran hombre que según Dios, era
más cristiano que él. El hombre en cuestión era un pobre leñador, con esposa y
cuatro hijos que mantener. La observación no resultó muy entretenida, puesto
que el hombre se pasó todo el día cortando leña sin parar, excepto para comer
algo a media mañana, a la hora del almuerzo y a media tarde, previamente dando
gracias a Dios por el trabajo y la comida que le daba. La otra pausa que hizo,
fue para ayudar a otro campesino que pasando por ahí, rompió una rueda de su
carreta. Eso fue todo lo que pudo observar.
De regreso a su casa le reclamó a Dios: "¿Cómo
puede ser, Señor, que digas que ese hombre es más cristiano que yo? Si es un
pobre ignorante, que apuesto que jamás leyó la Biblia porque hasta analfabeto
es. ¡Y lo único que hizo es pasarse el día cortando leña!". Dios lo hizo
callar, y le ordenó que para probar su fidelidad, llenase un plato con leche, y
recorriese las calles del pueblo sin derramar nada. Nuestro hombre, deseoso de
demostrar su fidelidad, obedeció al instante. Los habitantes del pueblo lo
miraban con curiosidad y más de uno dejó escapar una carcajada al ver a nuestro
amigo en tan extraña labor, pero él iba tan absorto en su tarea que podría
haberle pasado un camión por encima y no se iba a dar cuenta. Al terminar su
recorrido, orgulloso de no haber derramado ni una sola gota, esperó con
satisfacción un reconocimiento divino, pero Dios sin decir más nada le
preguntó: "Dime, ¿cuántas veces te acordaste de mí mientras caminabas?"
. Y el hombre respondió: "¿Cómo iba a tener tiempo de pensar en algo?
Estuve todo el tiempo tan concentrado cuidando de no derramar ni una gota de
leche que no podía distraerme en otra cosa".
"¿Y así quieres ser el más cristiano del
mundo? Ese pobre campesino tuvo que trabajar todo el día para alimentar a su
familia, pero sin embargo tuvo tiempo de acordarse tres veces de mí, y de
ayudar a otro a reparar su carreta. En cambio tú, en todo el tiempo que
llevaste ese plato de leche, no te acordaste ni una vez de mí, y ni siquiera
viste a ese niño que te pidió una moneda ni a la anciana que tropezó en la
calle y te necesitaba para que la ayudases a levantarse. Si de veras quieres
ser cristiano, debes aprender a cumplir con tus obligaciones diarias, sin
dejarte absorber por ellas, dándote tiempo para acordarte de mí y prestar
atención a los que te rodean y necesitan de ti."
Haga un pequeño repaso de la parábola del buen
samaritano
Manualidad para hacer con los Niños:
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