Voy a
contarles la historia de Horton que es un elefante muy grande, Horton está chapoteando en una charca
fresca de la selva cuando escucha una vocecita pidiendo ayuda. Miró a su
alrededor, pero no vio a nadie. Todo lo que vio es una mota de polvo muy pequeña
flotando en el aire. Horton se da cuenta de que alguien en esa motita de polvo está
pidiendo ayuda. En realidad había un pueblo completo en esa motita. Estaban
pidiendo ayuda pues temían que la motita de polvo cayera en la charca. A pesar
de que las personas eran tan pequeñas que él no podía verlas, Horton decidió
que iba a ayudarlas. “Después de todo”, dijo, “una persona es una persona, no
importa lo pequeña que sea.”
Todos los
demás animales de la selva pensaron que Horton estaba loco. Primeramente, un
canguro, y después unos monos, y finalmente un águila se burlaron de Horton por
desear ayudar a las personas en la motita de polvo. ¡Hasta trataron de golpear
a Horton! A pesar de que ninguno de los otros animales deseó ayudarlo, Horton
no se dio por vencido. Se mantuvo fiel a la tarea de rescatar a las pequeñas
personas que necesitaban su ayuda. Debido a su lealtad, las personas pequeñas
fueron salvadas y finalmente los otros animales se dieron cuenta de que, como
decía Horton, “una persona es una persona, no importa lo pequeña que sea.”
La
historia de Horton me recuerda un poco la historia bíblica de hoy. Un día, un
abogado le preguntó a Jesús qué tenía que hacer para obtener la vida eterna.
Cuando Jesús le preguntó qué decía la Biblia, el abogado le respondió: “Ama al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y
con toda tu mente, y: ama a tu prójimo como a tí mismo.’ Jesús le dijo: “Bien
contestado. Haz eso y vivirás.” Pero el abogado queriéndose justificar, le preguntó
a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”
Para
contestar esta pregunta Jesús le dijo una historia de un hombre que viajando de
Jerusalén a Jericó fue atacado por unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo
golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Un sacerdote que pasó por allí vio
al hombre, cruzó al otro lado de la carretera y continuó su camino. Un rato más
tarde, un levita que trabajaba en el templo llegó hasta donde estaba el hombre,
lo miró y siguió su camino. Finalmente, un hombre de Samaria llegó al lugar, y
cuando vio al hombre y se paró a ayudarlo. Le puso medicina en sus heridas y
las vendó. Pero no sólo eso, sino que lo llevó a una hostelería y cuidó de él.
Al día siguiente sacó dos monedas de plata y se las dió al dueño del
alojamiento y le dijo: “Dale lo que necesite. Si cuesta más de lo que te he
dado, te lo pagaré cuando regrese.”
Entonces
Jesús le preguntó: ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo
(vecino) del que cayó en manos de los ladrones? El que se compadeció de él”,
contestó el abogado. “Anda entonces y haz tú lo mismo”, contestó Jesús. Jesús
nos ha dicho que amemos a nuestros vecinos. Si tienes dificultad en saber quién
es tu vecino, recuerda el cuento de “Horton escucha a quien” y de la historia
del Buen samaritano y entonces sabrás que todas las personas son tu vecino y
que “un vecino es un vecino, no importa lo pequeño que sea.”
Manualidad para hacer con los
Niños/as:
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