"Había
una vez un hombre que vivía en el país más pobre del mundo. Allí la gente
vestía túnicas claras, sin colores, y turbantes. Comían cereales, nada de carne
y no conocen el jugo ni las gaseosas.
Este
hombre vivía en un rancho con techo de chapa. Las chapas estaban agujereadas,
por lo que cuando llovía se mojaba él y sus pocas pertenencias. Dormía sobre
unas colchas en el suelo, y por mesa tenía un cajón de manzanas. Por supuesto
se sentaba en el suelo, pues no tenía sillas.
Una
vez por mes recibía un sobre color café en la puerta de su choza. Jamás le
interesó saber de qué se trataba, pues comida y dinero que era lo que más
necesitaba no eran. Asique acumulaba los sobres y los usaba para hacer fuego y
mantenerse caliente por las noches.
Vivía
en la extrema pobreza. Solo. Con hambre. El día era perfecto cuando tenía un
puñado de arroz para comer, pues lo habitual era pan con agua y a veces leche.
Así
transcurrieron sus días, en la miseria y la enfermedad. Un día se enfermó de
algo muy simple pero que por la falta de medicamento se empeoró, y se agravó a
tal punto que ya se encontraba cerca de la muerte.
Mientras
estaba en el hospital, el doctor revisó su documento, aquel que llevaba en un
bolsillo de su pantalón viejo. Tomó nota de sus datos y comenzó a buscar en
sitios de internet, en embajadas, y por radio a algún miembro de su familia
para avisar que este hombre estaba a punto de morir.
Cuenta
el doctor que la mañana que este pobre hombre murió, recibió una llamada de un
familiar lejano, en la otra punta del planeta. Se trataba de un tío que comentó
que aquél hombre era el único heredero de una familia rica y que le extrañaba
que jamás había reclamado su herencia la cual le era suministrada mensualmente.
El
pobre hombre recibía cada mes un sobre con un cheque por una suma enorme en
dólares pero jamás abrió uno solo, porque pensaba que adentro no encontraría la
ayuda que él estaba necesitando."
Esta
historia me hace pensar en muchos hijos de Dios que viven como pobres,
cabizbajos, desalentados, desanimados, sin fuerzas, deprimidos, ansiosos,
nerviosos, tristes, y tantas cosas negativas más. Dios tiene preparadas soluciones,
estrategias, claves, y principios para cada una de las cosas que necesitamos o
que atravesamos. Están en la Biblia y se llaman PROMESAS.
Pero
nosotros, a veces actuamos como este pobre hombre: no queremos abrir los
sobres! No queremos abrir la Biblia y leer esas promesas, creerlas y
esperarlas.
Entonces
nos perdemos TODA LA RIQUEZA que Dios dejó para que vivamos bien, con nuestra
cabeza alta, alentados, animados, fortalecidos, gozosos, calmos, con paz,
contentos y tantas cosas positivas más!
Que
la historia de este pobre hombre nos ayude a buscar en la Biblia las promesas
que Dios nos dejó para vivir como RICOS ESPIRITUALMENTE y no pobres. Dios nos
hizo muchas PROMESAS! Solo hay que leer la Biblia y encontralas!
Te
dejo una para comenzar: busca MATEO 6:33 en una Biblia de una versión sencilla
y comienza a creer esa PROMESA y a vivir de acuerdo a ella!
A
TRABAJAR CON LAS MANOS
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