“Nos gloriamos en las
tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia”.
Romanos 5:3
Un hombre fue hacer compra en un supermercado. Su hijo pequeño, lo seguía un poco atrás,
llevando una cesta grande en la mano. Su
padre iba colocando, una a una, cosas en la cesta que el hijo cargaba. Una mujer, que también hacía compra en el
mercado, quedó incomodada con aquello y dijo:
“¿No es una carga
muy pesada para un niño pequeño cómo usted?” El niño, volviéndose a la mujer,
contestó: “OH, no se preocupe. Mi papá
sabe cuánto yo puedo llevar.” De la misma manera, Dios conoce nuestras
limitaciones y no nos da peso alguno que no podamos llevar.
Muchas veces nos quejamos de los problemas que
enfrentamos y lamentamos que Dios nos deje entregues a fardería excesivamente
pesados. Llegamos hasta a decir que el
Señor no se importa con nuestras aflicciones y que no nos ayuda a vencer las
tribulaciones que tanto nos acongojan
¿Pero será eso
verdad? ¿Está realmente Dios
guardándonos?
¿Está Él
ignorando nuestras luchas? La respuesta
es, no! Él nos ama y anhela lo mejor
para nosotros.
Permite que
pasemos por pruebas para que seamos fuertes y más que victoriosos.
Es exactamente en
las luchas y en las pruebas que crecemos espiritualmente. Cuando pasamos por tribulaciones adquirimos
la capacidad de perseverar y la probabilidad de grandes conquistas se vuelve
mayor. La experiencia adquirida en las
batallas nos torna mucho más fuertes y mucho más motivados para seguir enfrente
hasta que la victoria anhelada sea alcanzada.
Que sepamos
glorificar al Señor en todos los momentos y que jamás dudemos de Su presencia a
nuestro lado. Él Sabe cuánto podemos
aguantar y su fuerza nos garantizará no apenas la victoria durante las
tribulaciones, pero nos impulsará para la conquista de todos nuestros sueños.
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