«Sé fiel
hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.» Apocalipsis. 2:10
Hubo una vez 4 semillas amigas que llevadas por el
viento fueron a parar a un pequeño claro de la selva. Allí quedaron ocultas en
el suelo, esperando la mejor ocasión para desarrollarse y convertirse en un
precioso árbol.
Pero cuando la primera de aquellas semillas comenzó
a germinar, descubrieron que no sería tarea fácil. Precisamente en aquel
pequeño claro vivía un grupo de monos, y los más pequeños se divertían
arrojando plátanos a cualquier planta que vieran crecer. De esa forma se
divertían, aprendían a lanzar plátanos, y mantenían el claro libre de
vegetación.
Aquella primera semilla se llevó un platanazo de
tal calibre, que quedó casi partida por la mitad. Y cuando contó a las demás
amigas su desgracia, todas estuvieron de acuerdo en que lo mejor sería esperar
sin crecer a que aquel grupo de monos cambiara su residencia.
Todas, menos una, que pensaba que al menos debía
intentarlo. Y cuando lo intentó, recibió su platanazo, que la dejó doblada por
la mitad. Las demás semillas su unieron para pedirle que dejara de intentarlo,
pero aquella semillita estaba completamente decidida a convertirse en un árbol,
y una y otra vez volvía a intentar crecer. Con cada nueva ocasión, los pequeños
monos pudieron ajustar un poco más su puntería gracias a nuestra pequeña
plantita, que volvía a quedar doblada.
Pero la semillita no se rindió. Con cada nuevo
platanazo lo intentaba con más fuerza, a pesar de que sus compañeras le
suplicaban que dejase de hacerlo y esperase a que no hubiera peligro. Y así,
durante días, semanas y meses, la plantita sufrió el ataque de los monos que
trataban de parar su crecimiento, doblándola siempre por la mitad. Sólo algunos
días conseguía evitar todos los plátanos, pero al día siguiente, algún otro
mono acertaba, y todo volvía a empezar.
Hasta que un día no se dobló. Recibió un platanazo,
y luego otro, y luego otro más, y con ninguno de ellos llegó a doblarse la
joven planta. Y es que había recibido tantos golpes, y se había doblado tantas
veces, que estaba llena de duros nudos y cicatrices que la hacían crecer y
desarrollarse más fuertemente que el resto de semillas. Así, su fino tronco se
fue haciendo más grueso y resistente, hasta superar el impacto de un plátano. Y
para entonces, era ya tan fuerte, que los pequeños monos no pudieron tampoco
arrancar la plantita con las manos. Y allí continuó, creciendo, creciendo y
creciendo.
Y, gracias a la extraordinaria fuerza de su tronco,
pudo seguir superando todas las dificultades, hasta convertirse en el más
majestuoso árbol de la selva. Mientras, sus compañeras seguían ocultas en el
suelo. Y seguían como siempre, esperando que aquellos terroríficos monos abandonaran
el lugar, sin saber que precisamente esos monos eran los únicos capaces de
fortalecer sus troncos a base de platanazos, para prepararlos para todos los
problemas que encontrarían durante su crecimiento.
Pedro Pablo Sacristán
MANUALIDAD PARA DESARROLLAR
CON LOS NIÑOS
Una
excelente idea para trabajar con semillas, pueden escribir el versículo en el
tronco
No hay comentarios.:
Publicar un comentario