Versículo a memorizar:
“El que atiende a la corrección va camino a la vida; el que la rechaza se
pierde“. Proverbios
10:17
Hubo una vez un bosque de árboles pequeñitos que crecían
todos a la vez. Habían sido plantados por un anciano labrador que cuidaba de
que todos crecieran rectos y sanos. Pero aquel lugar era un sitio de fuertes
vientos, y los pequeños árboles preferían evitar las molestias del aire
encogiéndose y torciendo sus troncos y ramitas.
El anciano, sabiendo que de aquella manera no podrían
crecer bien, se esforzaba en enderezarlos, y dedicaba horas y horas a atar sus
finos troncos a las estacas y varas que plantaba junto a cada árbol, con la
esperanza de que comprendieran que hacía todo aquello por el bien de sus amados
árboles.
Pero aquellos árboles desobedientes no tenían ganas de
aguantar el viento. Daba igual que el viejo les prometiera que cuando fueran
altos y rectos el aire no les molestaría. Siempre se las apañaban para doblarse
y retorcerse, y seguir escondiéndose del viento. Sólo uno de aquellos árboles,
uno que estaba situado justo en el centro del bosque, se esforzaba por seguir
creciendo erguido, y aguantaba con paciencia las travesuras del fastidioso
viento.
Pasaron los años, y el viejo murió. Y desde entonces, los
árboles pudieron crecer a su aire, torciéndose y protegiéndose del viento como
quisieron, sin que nadie les molestara. Todos, excepto aquel árbol del centro
del bosque, que siguió decidido a crecer como debía hacerlo un árbol.
Pero a medida que el bosque crecía, y los árboles se
hacían más gruesos y robustos, comenzaron a sentir crujidos en su interior. Sus
ramas y sus troncos necesitaban seguir creciendo, pero los árboles estaban tan
retorcidos que ese crecimiento imparable sólo les provocaba un dolor y
sufrimiento aún mayor que el que se habían ahorrado evitando el viento. Cada
día y cada noche, en lo profundo del bosque, podían escucharse los ruidos y
chasquidos de los árboles, como si fueran quejidos y sollozos. Y en los
alrededores comenzaron a conocer aquel lugar como el bosque de los lamentos.
Y era un lugar con un encanto especial, pues justo en el
centro, rodeado de miles de árboles de poca altura, llenos de nudos y
torceduras, se alzaba un impresionante árbol, largo y recto como ninguno. Y ese
árbol, el único que nunca crujía, siguió creciendo y creciendo sin tener que
preocuparse del siempre travieso viento.
Manualidad para hacer con los niños
En una hoja de papel bond, utilizando pintura de
distintos colores, formar con huellitas un árbol. Y con pintura café pintarle
el tronco. No olvidar pegarle el versículo.
De esta manera, enseñarles a los niños que muchas veces
las normas o consejos nos parecen aburridos o desagradables pero si aprendemos
a obedecer, nos daremos cuenta que todo ayuda a bien.
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