Ratonville estaba en problemas. 50
parejitas de ratones habían fundado la ciudad, y vivían en sus
50 Preciosas
casitas. Pero
con el tiempo las casitas se habían ido quedando pequeñas. Acumulaban recuerdos
de viajes, nacían pequeños ratoncitos o, simplemente, se volvían más gorditos.
Y llegaba el
momento de tomar una decisión: o hacían la casa más grande, o cada uno
tendría que irse a una nueva
casita y empezar de cero por separado.
Pero lo
de hacer la casa más grande parecía imposible. En cuanto comenzaban las obras
todo se llenaba de
polvo y suciedad, no había sitio para nada, y la casa resultaba aún peor que la
que tenían.
Ninguna
parejita de ratones era capaz de aguantar aquello por mucho tiempo, y por eso terminaban
abandonando su casa en obras. Así fue como Ratonville
empezó a parecer un pueblo fantasma lleno de
casas vacías a medio arreglar…
Solo los
locos de los Ratúnez seguían de obras. Ellos fueron de los primeros en
comenzarlas y nunca las
habían terminado. Es más, desde fuera, su casa parecía la peor, siempre rodeada
de grúas, telas, escombros
y suciedad.
Tan
horrible era, que sus vecinos les aconsejaban:
-
Deberíais dejarlo ya y reconocer que esta casa no tiene arreglo. Con lo
fácil que sería empezar cada uno en su nueva casita…
Y la
verdad es que los Ratúnez estaban hartos de obras, y ni siquiera sabían si las
acabarían algún día.
Cuando no
fallaba una cosa, fallaba la otra. Pero aquella era su casita, en la que
habían vivido tantas cosas
juntos, y no querían
renunciar a ella tan fácilmente. Pronto la suya se convirtió en la única casa
habitada entre tantas fantasmales casas abandonadas.
Aquella
zona de la ciudad no tardó en ser olvidada, y con ella los Ratúnez. Hasta que,
tiempo después,la
pequeña de los Rattison alertó a todos, emocionada.
- ¿Habéis
visto qué casa más increíble hay al otro lado de la colina? ¡Es lo más requetechupirratuno del mundo!
Se
refería, por supuesto, a la casa de los Ratúnez, quienes por fin habían
conseguido terminar las obras. Su casa era espectacular, más
allá de los sueños de cualquier pareja de ratones, y los Ratúnez se veían
los más felices de los habitantes de Ratonville. Llegaron a ser muy
conocidos y queridos en la
ciudad, pues su
casa siempre tenía el sitio perfecto para cualquier fiesta o celebración.
Años más
tarde, muchos comentaban la suerte de los Ratúnez por tener aquella casa. Y
solo los que conocían
la historia respondían:
- La
verdad es que lo suyo no tuvo nada que ver con la suerte, sino con algo
mucho más simple: tener
confianza y paciencia y se comprometieron para acabar lo que todos los demás
dejamos a la mitad.
*****
Efesios
6:1-3
APLICACIÓN AL DEVOCIONAL.
Vale la
pena que nos comprometamos a arreglar nuestro hogar o las relaciones y problemas con nuestros
padres, aunque duela cuando nos dicen que debemos cambiar alguna actitud, tener
en cuenta
que tus padres lo hacen por tu bien porque te aman, porque ellos ya pasaron por
ese camino porque no
quieren ver que fracases; vamos no tengas miedo comprométete a cambiar tu
actitud y van a
pasar muchos años como en la historia de hoy, recordando lo hermoso que es el honrar
a nuestros padres.
Y al pasar el tiempo verás como sí vale la pena.
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