SALMO 91
Había una vez un pollito Que desobedeció a su mamá. Ahora
estaba perdido en medio de un inmenso bosque. Corría de aquí para allá sin
encontrar el camino a su casa. «Pío, pío, pío», lloriqueaba el pollito. «Pío,
pío, pío», llamaba a mamá gallina. El pobre pollito no se daba cuenta de que
cada vez se iba internando más y más en el bosque.
SOLO Y ASUSTADO
El pollito había sido desobediente. Sin pedir permiso se
había separado de mamá gallina, a pesar de que ella le había dicho que no se
alejara de su lado. Ahora el pollito se encontraba solo y muy asustado.
«Quisiera estar bajo las suaves alas de mamá –decía, llorando–. Quisiera estar
con mamá y mis hermanitos.»
TENÍA MUCHO MIEDO
Los enormes árboles del bosque le daban mucho miedo al
pollito. ¡Qué arrepentido estaba de haberse escapado de casa! Perdido entre los
grandes árboles le parecía que escuchaba las palabras de mamá gallina: «No te
alejes demasiado, hijito. Eres tan pequeño que te puedes perder.» ¡Cuántas
veces no había escuchado esa advertencia! Qué lástima que el pollito lo recordara
sólo cuando ya no había remedio.
A LA PUESTA DEL SOL
Durante varias horas el
pollito había vagado de aquí para allá. Ya se ponía el sol en el horizonte. ¿Qué haría en
la oscuridad de la noche? «Pío, pío, pío –seguía llamando el pollito–. Pío, pío,
pío. ¿Dónde está mamá?» La única respuesta que recibía era el gran silencio del
bosque.
RUIDOS RAROS
De repente oyó unos ruidos raros a su espalda. Al pobre
pollito se le pararon las plumas de terror. ¿Quién sería? El pollito pensaba
que sus gritos habían atraído al gato de la casa. Le tenía mucho miedo porque
mamá gallina les había contado que el gato se los podía comer vivos. Quien
fuera que venía se iba acercando más y más. Ya el pollito temblaba de miedo.
Las ramas de los árboles se abrieron, y ¡apareció el gato! No, no era el
gato... ¡qué alivio! Era el papá de la casa donde vivía el pollito con su mamá
y sus hermanitos.
BAJO LAS ALAS DE MAMÁ
–¿Qué te pasa pequeñito? ¿Te perdiste en el bosque? –dijo el
hombre, a la vez que tomó al pollito en sus manos–. No llores. Yo te llevaré
adonde está tu mamá. Dentro de unos minutos el pollito estaba de nuevo en casa.
Mamá gallina le perdonó la desobediencia y lo calentó bajo sus suaves alas. El
pollito decidió que ya no sería desobediente.
OBEDECE A TUS MAYORES
Dios ha puesto a tus padres y maestros para que te cuiden y protejan, y para
que te enseñen los buenos caminos que debes seguir. Aprende a obedecerles y a
cumplir sus órdenes. Así, no te perderás en los bosques del pecado y la maldad.
DIOS TE PROTEGE Como el pollito aprendió que era mejor
obedecer a mamá gallina, es importante que comprendas que no hay nada mejor que
seguir las enseñanzas de la Palabra de Dios. Dios es tu amoroso Padre, que
quiere protegerte de los peligros de una vida en desobediencia. Recibe a Cristo
como tu Señor y Salvador y cumple lo que Dios enseña en su Palabra. Así te irá
bien en la vida.
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