OBJETIVOS:
-DESCUBRIR COMO LA VIUDA
Y SU HIJO RECIBIERON MILAGROS
- RECONOCER QUE DIOS
HACE MILAGROS EN NUESTRA VIDA.
REFERENCIA BIBLICA: 1 Reyes 17:7-24.
PARA MEMORIZAR: Jesús le dijo: —Si puedes creer, al que cree todo le
es posible.
Marcos 9:23
QUE
DICE LA BIBLIA:
No
sabemos cómo se llamaba el niño. Démosle el nombre de Joel.
Joel
vivía en Sarepta, una ciudad al norte de Israel, cientos de años antes que
Jesús viniera a la tierra. Había un problema, uno muy grave. ¡No llovía! Como
no llovía, los cultivos no crecían. No había comida.
Para
Joel era un problema más grave que para los niños de su vecindario. Sus amigos
tenían papá; pero Joel era huérfano de padre. No había un papá que trajera pan
a la casa. No era fácil para una mujer viuda conseguir trabajo.
A
veces Joel se acostaba con hambre. ¡Ay,
cómo le dolía el estómago! Pero
Joel no se quejaba, porque su mamá también tenía hambre. Un día la vio más
preocupada que antes.
La
viuda tenía una tinaja en que guardaba harina para hacer tortillas. Tenía
también un jarro con aceite. De pronto Joel vio que su mamá sacudió la tinaja;
pero sacó solo un puñado de harina. ¡No había más! Después la vio sacudir el
jarro con aceite. ¡Apenas había un poco en el fondo!
–Hijito,
ya no hay más –dijo ella con lágrimas en los ojos–. Voy a ir a recoger leña
para hacer una última tortilla. ¿Quisieras acompañarme?
Joel
podría quedarse a jugar con sus amigos pero como vio que su mamá estaba tan
triste, quiso acompañarla. Él recogería la leña para que ella no se cansara.
Ellos caminaron tristemente hacia la salida de la ciudad para buscar leña.
Ya
habían juntado lo suficiente como para coser una tortilla y estaban de camino
de regreso cuando vieron a un extraño. Ellos no lo sabían; pero era el profeta
de Dios Elías.
–Por
favor, tráeme un poco de agua en un vaso –le pidió él.
¿Crees
que a Joel le pareció raro? ¡No! En esa época era costumbre ofrecer comida y
hospedaje a los viajeros. No había hoteles como hay ahora.
«NO
TENGO PAN»
–Vamos,
hijo –dijo la mamá a Joel–. Traigámosle agua a este forastero.
Cuando
ella y Joel se fueron para traer agua, Elías le dijo:
–Tráeme
también un poco de pan.
¡Ay,
ay! –pensó Joel–. ¡Ahí se va mi tortilla!
–Lo
siento mucho; pero no tengo pan –le dijo la viuda al profeta–. Sólo tengo un
puñado de harina y un poco de aceite en un jarro. Mi hijito y yo estábamos
juntando leña para coser una última tortilla. Después de comerla nos moriremos
de hambre.
–No
tengas miedo –le dijo el profeta–. Ve y haz la tortilla para ti y para tu hijo.
Pero primero cocina un pequeño pan para mí y tráemelo.
«HAZ
PRIMERO PARA MÍ»
¿Qué?
¿Primero preparar un pan para el forastero? Joel se sorprendió. ¡Ya no quedaría
nada para él! Pero, ¡qué raro! El forastero dijo algo más…
–El
Dios de Israel me ha dicho que no se agotará la harina de la tinaja ni se
acabará el aceite del jarro, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la
tierra. Pero primero tráeme un pan.
¡Eso
no se lo perdería Joel! Él había visto que solo había un puñado de harina.
¿Cómo alcanzaría ese puñado para hacer más de un pan? ¿Alcanzaría y no se
acabaría?
NO
SE ACABÓ LA HARINA NI EL ACEITE
La
mamá de Joel hizo lo que Elías le dijo. ¡Joel lo vio con sus propios ojos! Ella
sacó harina y aceite, ¡y no se acabó!
Joel
acompañó a su mamá cuando le llevó el pan recién cocido al viajero que estaba
junto a la puerta de la ciudad.
Y Joel oyó cuando ella lo invitó a alojarse en casa de ellos.
Y Joel oyó cuando ella lo invitó a alojarse en casa de ellos.
Desde
ese día, Joel no se apartaba de su mamá. Cada vez que ella iba a sacar harina,
había suficiente para hacer pan y cada vez que echaba aceite en la harina para
amasar un pan, ¡había suficiente! Era lo más interesante que Joel jamás había
visto. ¡Cada vez abría los ojos más grandes!
EL
PAN MÁS SABROSO DE SAREPTA
Joel
tenía algo emocionante para contar a sus amigos. Cada día su mamá sacaba harina
de la jarra y aceite de la botella y preparaba ricas tortillas. ¿Qué tiene eso
de especial? Ah, no era harina cualquiera ni cualquier aceite.
El
pan que comían en casa de Joel era el más sabroso de Sarepta, ¡porque era pan
de milagros! La mamá de Joel lo servía fresco y recién cocido, todos los días.
Elías, el profeta de Dios, estaba alojado en su casa, así que él también comía
ese pan delicioso, las tortillas milagrosas.
Jesús
nos enseñó en el Padrenuestro a pedir el pan diario. ¿Has orado el
Padrenuestro? «Danos hoy
nuestro pan cotidiano.» Léelo en Mateo 6:9-13.
Joel
disfrutaba del delicioso pan cotidiano y milagroso. ¿Por qué era milagroso?
Porque cada día Dios ponía nueva harina en la jarra y llenaba aceite fresco en
la botella. La mamá de Joel no iba a la tienda a comprar harina y aceite. Dios
se lo daba cada día. ¡Ése era el milagro!
Joel
y su mamá no conocían al Dios único y verdadero. En Sarepta no adoraban al
Señor nuestro Dios. Pero con el profeta de Dios, que vivía en su casa, ellos
aprendieron que nuestro Dios es el único Dios, y que Él los amaba.
JOEL
SE ENFERMÓ Y MURIÓ
Aunque
en casa de Joel comían pan de milagros no se salvaron de los problemas. Un día
pasó algo triste. Joel se enfermó. Le subió la fiebre y, por más que su mamá lo
cuidaba y atendía como hacen las mamás cuando sus hijos están enfermos, a Joel
no le bajaba la fiebre. Seguramente su mamá le dio todos los remedios que
tenía; pero Joel no mejoró. Joel murió.
¡Pobre
la mamá de Joel! La viuda se angustió muchísimo. Su único y amado hijo estaba
muerto. ¿Sería que Dios se había llevado a su hijo como castigo? Ella fue a
quejarse con el profeta.
–¿Qué
tienes en mi contra? –le dijo a Elías–. ¿Has venido a castigarme por mis
pecados?
Elías
no tenía poder sobre la vida y la muerte. Él no le había hecho nada a Joel.
Pero había algo que él podía hacer.
–Dame
a tu hijo –le dijo a la viuda.
Elías
tomó a Joel en sus brazos y lo llevó a la habitación donde él estaba alojado.
Allí lo puso sobre la cama y clamó a Dios. Elías se tendió tres veces sobre el
niño y pidió a Dios que le devolviera la vida. Dios oyó la oración de Elías, ¡y
Joel revivió!
UN
GRAN MILAGRO
¡Otro
gran milagro en Sarepta! ¡Joel volvió a vivir! Qué emoción para la viuda cuando
Elías le devolvió a su hijo, ¡sano y salvo!
¿Te
imaginas lo contenta que se sintió la viuda? Este milagro la convenció de que
Elías verdaderamente era un hombre de Dios y que Dios hablaba por medio de él.
Por
medio del profeta, Joel había conocido al Dios único y verdadero, al Dios que
hace milagros. Cada día comía pan de milagros; pero ahora él mismo era un gran
milagro.
¿Qué
habrán dicho los amigos de Joel? Primero él les contaba del milagro de Dios
hacía con la harina y el aceite, que todos los días comían el delicioso pan de
milagros. Ahora ellos jugaban con un niño que era un gran milagro, un niño que
había muerto y vuelto a la vida.
Por
medio de Joel y su mamá, y por medio del profeta Elías, la gente de Sarepta
conoció al Dios único y verdadero. Ya no tenían que adorar imágenes y dioses
hechos por el hombre, que no tienen poder. Ahora conocían al Dios Todopoderoso,
al maravilloso Creador y Sustentador.
APLICACIÓN
A LA VIDA DIARIA
Dios
no ha cambiado. Hoy también Él hace milagros. ¿Cuál es el milagro más grande?
El más grande y maravilloso milagro es que Dios puede cambiar tu corazón. Morir
y volver a la vida es un gran milagro; pero que Dios cambie nuestro corazón por
medio de Jesucristo y nos dé vida eterna es el milagro más grande. ¡Jesús tiene
todo poder!
Y
tú puedes contar también a otros de los milagros que Dios ha hecho en tu vida y
en la de tu familia
A
TRABAJAR CON LAS MANOS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario