Maria Fontaine
«Servíos con amor los unos a los otros» (Gálatas
5:13) es una frase muy interesante, sobre todo si se considera que el verbo
servir en este versículo es traducción del griego douleuo, que significa ser
esclavo. De modo que servirnos con amor unos a otros implica ser esclavos unos
de otros por amor, someternos unos a otros y obedecernos unos a otros, hacer lo
que nos diga otra persona y hacerlo con amor.
¡Eso es bastante difícil! A uno generalmente no le
gusta ser tenido por siervo, y menos aún por esclavo. Puede que no nos importe
servir y atender a ciertas personas -por ejemplo, a nuestro jefe-, pero nos
cuesta un poquito considerarnos siervos de nadie, sobre todo de un compañero.
¿Qué te parece a ti eso de ser esclavo de otro? Aunque él esté dispuesto a ser
tu siervo también, es probable que igual te resulte incómodo considerarte un
siervo, sin posibilidad de ejercer tu voluntad.
Es más fácil pensar en servir al Señor, pues Él es
tan sublime y superior a nosotros en todo sentido. Cuesta mucho menos decir: «Señor,
te serviré» a un Dios omnisciente, omnipresente y omnipotente que a alguien a
quien consideramos nuestro igual, o que incluso nos parece que está por debajo
de nosotros en ciertos aspectos.
Otros versículos muy buenos sobre servirnos unos a
otros son: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con
humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo»
(Filipenses 2:3). «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a
honra, prefiriéndoos los unos a los otros» (Romanos 12:10). «Someteos unos a
otros en el temor de Dios» (Efesios 5:21), y: «Sobrellevad los unos las cargas
de los otros, y cumplid así la ley de Cristo» (Gálatas 6:2).
Resulta un poquito más fácil en los casos en que lo
hacemos de forma voluntaria. Por ejemplo, si decidimos servirle una comida a
alguien, prestamos un servicio, pero la idea partió de nosotros. El concepto de
servirnos con amor unos a otros implica más bien cumplir los mandatos de otra
persona. Eso exige un poquito más de gracia, humildad y sumisión.
Naturalmente que si tenemos en cuenta ese principio
de «servirnos con amor los unos a los otros», no vamos a pedirle a nadie que
haga algo que pueda resultar perjudicial o dañino. Independientemente de si
somos nosotros los que servimos a los demás o ellos los que nos sirven, todos
nuestros actos estarán motivados por el amor y todos nos beneficiaremos. Es
posible que a veces lo que pedimos a los demás exija un sacrificio de su parte,
pero nosotros también les prestamos servicio a ellos y a veces también nos
sacrificamos por ellos; de modo que se trata de un servicio mutuo.
Jesús dijo: «Yo no vine para ser servido, sino para
servir» (Marcos 10:45.) ¿En qué categoría se pone entonces Jesús? En la de
siervo. «Se despojó a Sí mismo, tomando forma de siervo» (Filipenses 2:7).
Total que Jesús fue y sigue siendo un siervo,
nuestro siervo. Se pone a nuestra disposición. Dice: «Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7:7). Dice: «Haré lo que me
pidas. ¿Qué quieres? Soy tu siervo y haré lo que desees». Si Jesús nos ama
tanto que está dispuesto a ser nuestro siervo, ¿no deberíamos imitar Su ejemplo
y servirnos con Su amor unos a otros?
La Biblia dice: «Cristo padeció por nosotros,
dejándonos ejemplo, para que sigáis Sus pisadas» (1 Pedro 2:21). En otra parte
Jesús dijo: «Como me envió el Padre, así también Yo os envío» (Juan 20:21). El
Padre evidentemente lo envió en calidad de siervo. El caso es que Jesús lo hizo
por nosotros y nos pide que sigamos Su ejemplo. Para eso hace falta mucha
humildad. Sin embargo, los grandes sacrificios traen aparejadas grandes
recompensas.
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