PABLO:
Pablo, el gran apóstol y héroe de la fe, se presentó como siervo de Jesucristo.
Para Pablo
era el título máximo, ya que el Maestro a quien obedecía había venido al mundo
para ser un siervo.
«Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le
sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos»(Mr. 10:45).
En sus cartas a las iglesias, Pablo se identifica
como:
• SIERVO DE JESUCRISTO apartado para el evangelio
de Dios
• APÓSTOL DE JESUCRISTO por mandato y voluntad de
Dios
• PRISIONERO DE JESUCRISTO Su vida como fiel
ministro del Señor es fascinante.
En medio de angustias, pruebas y persecuciones no
vaciló en seguir fielmente el camino de la fe.
Dios lo llamó para que llevara la Palabra de Dios
a los gentiles (los no judíos), a los
reyes, y a los hijos de Israel; a la vez este siervo sufrió mucho por el nombre
de Jesús.
Trabajó abundantemente en la obra de Dios
soportando muchas veces peligros de muerte. Fue azotado, apedreado y
encarcelado. Sufrió hambre y sed, y padeció naufragios. Se expuso a peligros de
ríos, peligros de ladrones, y peligros de gente que no lo apreciaba; a peligros
en la ciudad, en el desierto, y en el mar; y a peligros entre falsos hermanos.
Más que nada, se preocupó día y noche por las
iglesias que había fundado, siendo su gran pasión cumplir con gozo su
ministerio (vea 2 Corintios 11:23-33; Hechos 20:24).
Pablo logró su objetivo de servir fielmente al
Señor y al final de su vida pudo exclamar:
«He peleado la buena batalla, he terminado la
carrera, me he mantenido en la fe» (2 Tim 4:7).
Lea con atención el libro de Hechos y cada una de
las epístolas escritas por Pablo para descubrir las inmensas riquezas que Dios
tiene preparadas para sus hijos.
No era únicamente privilegio de Pablo ser siervo de
Jesucristo, ¡es también derecho de nosotros! Cada uno podemos servir a Dios con
la misma abnegación y presentarnos como siervos de Jesucristo