Toda
rama que en mí no lleva fruto, lo quita. Juan 15:2
Fruto. Esta es una interpretación
de la palabra siguiente: Vid, Labrador, Rama, y ahora Fruto. ¿Qué tiene que
decirnos El Señor sobre el fruto? Esto, simplemente: que el fruto es aquello
para lo que existe la rama, y que si la rama no lleva fruto, el labrador la
quita. La Vid es la gloria del labrador; la rama es la gloria de la vid; y el
fruto es la gloria de la rama; si la rama no lleva fruto, no hay gloria o valor
en ella, por lo tanto es una ofensa y un estorbo, entonces el labrador quitará
la rama. La única razón para la existencia de una rama es la marca o señal de
ser fructífera como verdadera rama de la vid celestial; la principal condición
para que se le permita por parte del Divino Labrador participar de la vida a
la Vid es: que traiga fruto.
Y ¿Qué es el
fruto? Es algo que lleva la rama, no para sí misma, sino para el propietario;
algo que es recolectado y que alguien se lleva. La rama recibe, en verdad,
savia para su propia vida, por medio de la cual se hace más gruesa y más
fuerte. Pero esta provisión para su propio mantenimiento está enteramente
subordinada al cumplimiento del propósito de su existencia: que es traer fruto.
Es esa la causa porque los cristianos no entienden o aceptan esta verdad o que
fallan en sus esfuerzos y en sus oraciones para vivir la vida de la rama. A
veces la desean con sinceridad; leen, meditan y oran, y, aún con todo eso
fracasan, y se preguntan ¿Por qué?. La razón es muy simple: no saben que el dar
fruto es aquello para lo que existen. De la misma manera que Cristo pasó a
ser la verdadera Vid con sólo un objetivo, tú has sido hecho rama también con
un solo objetivo: que es el de dar fruto para la salvación de otros hombres. La
Vid y la rama están igualmente bajo la ley establecida de dar fruto como razón
de su existencia. Cristo y el creyente, la Vid celestial y la rama, tienen en
el mundo el mismo propósito exclusivo de transmitir el amor salvador de Dios a
los hombres. De ahí las solemnes palabras: «Toda
rama que en mí no lleva fruto, lo quita.»
Tengamos muy
presente esta posible gran equivocación. Muchos cristianos piensan en su
propia salvación como la primera cosa; su vida temporal y su prosperidad, con
el cuidado de su familia a continuación; y que el tiempo e interés que le quedan
pueden ser dedicados a llevar fruto para salvar a otros hombres. No es de
extrañar que en muchos casos quede muy poco tiempo e interés. No. Cristiano, el
objeto por el cual has sido hecho miembro del cuerpo de Cristo es que la Cabeza
pueda usarte para llevar a cabo su obra salvadora. El objeto por el que Dios te
ha hecho una rama es que Cristo pueda llevar vida a otros a través de ti. Tu
salvación personal, tu negocio y el cuidado de tu familia están enteramente
subordinados a esto. Tu primer objetivo en la vida, cada día, debe ser saber
cómo desea Cristo que lleves a cabo sus propósitos.
Empecemos a
pensar como Dios piensa. Aceptemos las enseñanzas de Cristo y respondamos a
ellas. El propósito por el cual soy una rama y la marca de ser una verdadera
rama es la condición para permanecer y crecer, de que lleve el fruto de la Vid
celestial a los que están muriendo. Y aquello de que estoy perfectamente
seguro es que, con Cristo como Vid y El Padre como Labrador, puedo ser
verdaderamente una rama fructífera.
* * *
Ore a su Señor así:
Querido Padre: Tú vienes a buscar fruto. Enséñanos, te rogamos, a comprender cuan verdaderamente es éste
el objetivo de nuestra existencia y nuestra
unión con Cristo. Haz el deseo
esencial de nuestros corazones el ser ramas, tan llenas del Espíritu de
la Vid, que llevemos fruto abundantemente.